gracias a Rafael Luna
Sube al Corvette negro del 64
y crucemos bajo la noche la larga avenida del verano,
tenemos el poder de hacer de este día
a través del desierto un nuevo milagro.
Ven y deja que el tiempo sea secundario,
abrazados sobre el suelo veremos el cielo demoledor,
la caída intrascendente de otros mundos pequeños
iluminándonos desde tan lejos
como luciérnagas del Universo.
Bésame despacio, sí,
hazlo como saben tus labios demorarse en mí
y rebuscar entre lo oscuro,
en lo denso, allí donde se acumulan los murmullos
y son derribados todos los silencios.
Bésame ahora, cuando todavía me duele.
Cada vez va ser más difícil olvidarte.
Y si he sido insensible espero que no me lo tengas en cuenta. Y si he sido un falso espero que sepas que nunca lo fui para ti. Leonard Cohen
viernes, 27 de mayo de 2011
Sube al Corvette negro del 64
Feria del libro de Zaragoza
En la caseta de Olifante por la mañana (Babel en las manos)...también el lunes por la tarde y alguna tarde más.
En la caseta de Eclipsados por la tarde (Todas las mentiras que te debo)...también el martes por al tarde y el sábado 4


miércoles, 18 de mayo de 2011
El poemario según Laura...
Un autor a pecho descubierto. Entramado de situaciones que le acercan al lector, ávido de conocer y conectarse. Deambula en un sufrimiento existencial propio del sentido trascendente de lo humano, desgarrando el humanismo, perfilándose en el trazo de un lápiz invisible que transmite con la fiereza del Hubble.
La vuelta, el regreso, la sequedad de la consciencia, la madurez … como armas de un quijote que se adentra en el humanismo más profundo de su ser e indaga la raíz misma de su existencia.
Empapa ese hilo “enhebrador” con sus 'lugares comunes', porque no necesita los de los demás... esos le sobran... el ascensor, el viaje, el taxi, el faro, la piel, los aspersores, el café, el espejo, las aceras, el beso, la cafetería, ella, ella, ella... como nexo de unión de un sentimiento que trasciende a la voracidad del sexo o de la relación y llega hasta su centro que es, en definitiva, de lo que quiere hablar. Y la música como excusa que supera la escritura y la envuelve como si fuera una imagen poética invisible que traslada al lector a su propio imaginario para completar el riego comunicativo que con tanta facilidad ha creado. Como si hablara consigo mismo, sentado delante de un café en el velador de algún lugar oscuro del mundo. Esos lugares comunes son su toma de tierra. Tan necesaria...
lunes, 9 de mayo de 2011
Las palabras de Ángel Guinda en Los diablos azules
Presentación del libro
Todas las mentiras que te debo, de Fernando Sarría
(Madrid. Los Diablos Azules. Viernes 6 de Mayo de 2011)
José Luis Alegre Cudós, en su libro Ridícula prosaica, rítmica verborrea, escribe: “Un poeta no nace de la nada”. Gran verdad.
Y mucho antes Jean Genet había afirmado que “el niño es el padre del hombre”.
Todo poeta que lo es, todo poeta definitivo, nace de algo o alguien que conmocionó los cimientos de su infancia. Es el caso de Fernando.
Fernando Sarría, pese a ser poeta –y pese a un conocidísimo verso de Fernando Pessoa- no es un fingidor.
Fernando es un motor de amor.
Otros son los que enamoran, Fernando es el que se enamora: de la vida, de las personas, y también del amor.
Fernando es, sobre todo, una misteriosa máquina espiritual de escribir poesía.
Pocos poetas como él tienen tanto entusiasmo, es decir, tanta inspiración; tanta voluntad de ser, de ser poeta.
Fernando ha escrito un magnífico libro de poesía figurativa, existencial, meditativa, testimonial, con un coloquialismo narrativo, expresionista, mágico; y una empatía con el lector, a quien hace cómplice de todas sus vivencias.
Fernando es el Azorín de la poesía actual. Cada poema suyo es un mundo, porque cada verso que lo conforma es un microcosmos sencillo y transparente como una perla de agua, como una gota de luz. Ejs.: “un botón desprendido de la camisa más querida”, “Pasa una sombra en bicicleta”, “el humo reblandeciendo las distancias”.
lunes, 2 de mayo de 2011
El día 6 en Los Diablos Azules 21h00 Madrid
Siempre te pienso sentada en el andén de una habitación,
esperando desnuda atravesar el páramo de cualquier noche,
en un tren sin reposo, viajando en la penumbra.
Te veo fumando un cigarrillo negro,
altiva y desolada,
un bourbon con hielo en las manos,
como si entre tus piernas
el mundo no tuviera más valor
que el dolor de la carne
o la ausencia programada de un día de fiesta.
